Desde tiempos remotos se nos han enseñado a estructurar la vida como si las circunstancias fueran permanentes, como si la existencia ideal consistiera en amarrarse a una experiencia estática, donde la realidad fuera inmutable, por tanto Aprendimos a buscar estabilidad para encontrar felicidad.
Y esta creencia falsa nos ha llevado a apreciar más la rigidez de la muerte que la fluidez del movimiento de la vida.
La tendencia a querer repetir todo lo conocido es hoy el obstáculo más grande que tiene el hombre para alcanzar su apertura de conciencia, y representa una fórmula muy eficaz para producir estancamiento, ya que transforma una decisión de libre albedrío casi en una obligación.
La vida marca ciclos de aprendizaje, cuando uno de ellos se completa no todo se derrumba, debemos tener la sabiduría de seguir adelante sin mirar atrás.
La experiencia bien vivida entrega herramientas para liberarse: dejamos ir nuestra infancia y la relación de dependencia con los padres; la adolescencia y el despertar a la vida adulta.
Para todos nosotros hay tiempos de abundancia y de escasez. Estos cambios son etapas que debemos recorrer inexorablemente, porque toda semilla debe nacer, crecer, florecer y dar su fruto
En la naturaleza sólo el hombre no acepta bien el cambio y la separación.
Parece no saber que para poder avanzar es preciso soltar.
Por eso cuando la realidad cambia, el ser que no es capaz de vaciarse de lo viejo se queda rezagado.
El pasado muere, el presente vive, el recuerdo queda y la vida
sigue.
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